HAY DISTINTAS MODALIDADES DE EM, SEGÚN SU EVOLUCIÓN Y SÍNTOMAS:
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Esclerosis Múltiple Remitente-Recurrente (EMRR)
Es la forma más común de la enfermedad. Se caracteriza porque los síntomas aparecen en forma de brotes o recaídas, tras los cuales pueden disminuir o incluso desaparecer de forma espontánea, durante periodos que pueden ir desde unos días hasta varios meses. Los síntomas pueden variar en cada episodio, dependiendo de la parte del sistema nervioso central que se vea afectada.
Este tipo de esclerosis múltiple es más habitual en mujeres y suele diagnosticarse en fases iniciales de la enfermedad. Aunque en algunos casos puede evolucionar, muchas personas permanecen en esta fase durante toda su vida.
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Esclerosis Múltiple Primaria Progresiva (EMPP)
Se distingue porque los síntomas se desarrollan de manera gradual desde el inicio, sin brotes claros. Afecta principalmente a la fuerza motora y a la capacidad de caminar, que suelen deteriorarse de forma progresiva. A diferencia de otros tipos, la esclerosis múltiple primaria progresiva afecta por igual a hombres y mujeres.
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Esclerosis Múltiple Secundaria Progresiva (EMSP)
Aproximadamente un 25 % de las personas con esclerosis múltiple remitente-recurrente acaban desarrollando, con el paso de los años, una forma de progresión neurológica continua conocida como esclerosis múltiple secundaria progresiva.
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Síndrome Clínico Aislado (SCA)
Se trata de un primer episodio de síntomas neurológicos provocado por inflamación y pérdida de mielina en el sistema nervioso central, que suele resolverse de forma total o parcial. En este estadio todavía no se cumplen los criterios necesarios para diagnosticar esclerosis múltiple, por lo que algunos especialistas no lo consideran un tipo de EM como tal.



FACTORES QUE PUEDEN INFLUIR EN LA EM
Aunque no se conoce con certeza la causa de la esclerosis múltiple, se cree que su aparición está relacionada con una combinación de factores genéticos, ambientales y de estilo de vida.
FACTORES AMBIENTALES
De acuerdo con estudios epidemiológicos recientes, además de la predisposición genética, existen diversos factores ambientales que pueden influir de forma significativa en la aparición y evolución de la EM.
Entre ellos se incluyen algunos agentes infecciosos (como ciertos virus), los niveles de vitamina D, la composición de la microbiota intestinal y aspectos relacionados con el estilo de vida, como la alimentación y la actividad física.
FACTORES GENÉTICOS
La EM no se clasifica como una enfermedad hereditaria, aunque sí existe una cierta predisposición genética que puede aumentar el riesgo de desarrollarla.
No se transmite directamente de padres a hijos, ya que intervienen más de 100 genes que pueden influir en la probabilidad de desarrollarla. El riesgo de tener EM aumenta ligeramente si uno de los progenitores la padece (alrededor de un 2 %) o si la tiene un hermano o hermana (3–4 %). Esta probabilidad es notablemente más alta en el caso de hermanos gemelos, donde puede llegar al 30–40 %. Aunque pueden darse varios casos dentro de una misma familia, lo más habitual es que esto no ocurra.
TEORÍA DE LAS LATITUDES
La EM es menos común en regiones cercanas al Ecuador, donde la exposición a la luz solar es mayor, y más frecuente en zonas alejadas de esta línea, como Canadá, Estados Unidos, Noruega, Suecia, Dinamarca, Reino Unido o el sur de Australia y Nueva Zelanda.
Además, existen regiones específicas, como la isla de Cerdeña, que presentan una incidencia y prevalencia de casos superior a la esperada para su ubicación geográfica.
INFECCIONES
Durante la infancia y la adolescencia, es posible entrar en contacto con ciertos virus o bacterias que podrían actuar como desencadenantes de la esclerosis múltiple. Uno de los más estudiados es el virus de Epstein-Barr, responsable de la mononucleosis infecciosa, que se ha relacionado con un mayor riesgo de desarrollar EM. Sin embargo, la mayoría de las personas que contraen este virus nunca llegan a padecer la enfermedad, lo que indica que, al igual que ocurre con la predisposición genética, las infecciones pueden influir, pero no son la única causa determinante.
VITAMINA D
La relación entre la distribución geográfica y la menor exposición a la luz solar ha llevado a numerosos estudios a señalar la posible influencia de la vitamina D en el desarrollo de la enfermedad. La luz solar es la principal fuente de vitamina D para el ser humano, seguida de la alimentación. Por ello, se cree que niveles bajos de esta vitamina podrían desempeñar un papel relevante como factor de riesgo.
Una escasa exposición al sol durante la infancia podría aumentar la predisposición a desarrollar EM en la edad adulta. Por este motivo, se recomienda realizar controles médicos para conocer los niveles de vitamina D.
MICROBIOTA INTESTINAL
Cada vez hay más investigaciones que confirman la estrecha conexión entre el sistema digestivo y el cerebro, y señalan una posible relación entre la composición de la microbiota intestinal y enfermedades inflamatorias del Sistema Nervioso Central.
La microbiota intestinal —también conocida como flora intestinal— está formada por millones de microorganismos que habitan en nuestro intestino. Su equilibrio depende de factores como la genética, la ubicación geográfica, la alimentación, los medicamentos o la presencia de determinadas enfermedades. Esta microbiota desempeña funciones clave, como actuar de barrera natural frente a infecciones.
Se considera que la microbiota intestinal es uno de los factores ambientales modificables que podrían influir en el desarrollo de la EM.
ESTILO DE VIDA
Adoptar un estilo de vida saludable es una de las formas más responsables y efectivas de empezar a gestionar la EM. Hay distintas estrategias que pueden contribuir a mejorar la calidad de vida: mantenerse físicamente activo, seguir una alimentación equilibrada, recibir la exposición solar adecuada, participar en programas de rehabilitación, dormir bien, practicar técnicas de manejo del estrés como la meditación, estimular la mente y cuidar otros aspectos relacionados con el bienestar general. Además, se ha comprobado que los cambios en el estilo de vida pueden tener efectos positivos y sostenibles a largo plazo.
DIAGNÓSTICO
Hoy en día, no existe una prueba única que permita diagnosticar con certeza la esclerosis múltiple (EM). Por ello, es necesario realizar varias pruebas para descartar otras enfermedades que puedan presentar síntomas similares. En algunos casos, también se requieren estudios complementarios para afinar el diagnóstico.
Aunque el proceso puede extenderse durante algunos meses, el uso de tecnologías cada vez más avanzadas está permitiendo reducir considerablemente el tiempo de espera.
Este periodo de incertidumbre —desde la aparición de los primeros síntomas hasta la confirmación del diagnóstico— puede resultar difícil y generar ansiedad, tanto en la persona afectada como en su entorno cercano. No obstante, no es necesario atravesar este camino en soledad. Contar con apoyo emocional, compartir el proceso con otras personas y escuchar experiencias de quienes ya han pasado por ello puede aliviar la carga y aportar claridad en momentos de confusión.
🔬Pruebas diagnósticas
Desde 2010, el diagnóstico de EM puede realizarse incluso tras un solo brote y una única resonancia magnética, siempre que se cumplan ciertos criterios: que las lesiones detectadas se localicen en al menos dos zonas distintas del sistema nervioso central (SNC), que se hayan producido en momentos diferentes (con al menos un mes de intervalo), y que se hayan descartado otras posibles causas de daño neurológico o desmielinización.
A pesar de los avances médicos y tecnológicos que han permitido acortar considerablemente el tiempo entre los primeros síntomas y el diagnóstico, este sigue siendo un proceso complejo. No existe una prueba única que por sí sola confirme la EM. El diagnóstico se basa en una combinación de factores, incluyendo la historia clínica del paciente y un examen neurológico completo.
SÍNTOMAS
Los síntomas de la EM varían enormemente de una persona a otra. Por eso, se la conoce como “la enfermedad de las mil caras”, ya que puede manifestarse y progresar de formas muy distintas en cada caso. Existe una amplia variedad de posibles síntomas, pero no todas las personas los presentan, ni con la misma intensidad ni en el mismo momento.
Las señales de la EM dependen de las zonas del sistema nervioso central que se vean afectadas. Además, en una misma persona, los síntomas pueden cambiar con el tiempo, tanto en su tipo como en su duración y severidad.