Un brote puede surgir en cualquier momento, pero no se considera, en principio, una urgencia médica.

Ante la sospecha de un nuevo brote, lo más adecuado es ponerse en contacto con el equipo sanitario (neurólogo o enfermera especializada en EM) para valorar la situación.

Es importante que tanto la persona con Esclerosis Múltiple como sus familiares y personas del entorno cercano sepan cómo comunicarse con los profesionales de referencia en caso de que se presenten síntomas compatibles con un brote.

Si se confirma que se trata de un brote, existen diferentes opciones de tratamiento que pueden ser de ayuda:

TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO

Se centra principalmente en controlar la inflamación mediante el uso de corticosteroides, que ayudan a reducir la duración y la intensidad del brote.

TRATAMIENTO REHABILITADOR

Aunque anteriormente se recomendaba reposo tras un brote, en la actualidad se reconoce la importancia de iniciar la rehabilitación de forma temprana. La fisioterapia, la terapia ocupacional y otras intervenciones pueden ser especialmente beneficiosas cuando existen dificultades motoras u otras secuelas funcionales. 

Si el brote es leve, los síntomas derivados del brote podrían desaparecerán igualmente, sin necesidad de un tratamiento específico; en todo caso es recomendable comentarlo con su equipo especializado.